A las trece con quince me instalo en la biblioteca del parque de retiro (tiene nombre propio, pero por supuesto que lo olvidé). Es martes, y aún no ha pasado una semana desde que llegué a Madrid. Me siento en el mayor silencio posible y sé lo que tengo que hacer: pasar a limpio las conclusiones de la conversación que tuve con Cynthia Rimsky. Poco más de media hora me recibió, aunque en realidad fue más de su tiempo el que me dedicó porque llegué unos minutos tarde (gajes de una ciudad nueva).
En la recepción de su hotel, en plena Gran Vía, protegidos del bullicio y del movimiento de afuera, me preguntó: ¿Y entonces, qué? ¿En qué te puedo ayudar?
Venía acalorado, por fin salió el sol en Madrid y me tocó caminar más de la cuenta buscando el hotel. Me fie mucho del mapa y esta vez me falló. Realmente, ¿entonces qué? Pensé para mis adentros, todavía sin estar convencido de hacia dónde orientar la conversación. La noche anterior lo había estudiado, me había debatido genuinamente entre dos extremos: descargar todas mis inseguridades en torno a la escritura o escucharla y escucharla sin hablar. Por supuesto y por suerte terminó siendo una mezcla de los dos.
Hablamos al final de varias cosas. Me contó (le pregunté) de sus inicios como escritora novel a sus 40 años, de su relación con el periodismo, de sus procesos y de sus proyectos en general. Luego también le hablé de mis proyectos y de algunas dudas que tenía (o tengo, claramente). Me recomendó autores que hacen talleres de escritura que me pueden orientar, y me desmitificó algunas percepciones que tenía sobre la escritura y la publicación, trayéndome de vuelta a la realidad, lo que siempre es positivo.
Pero por sobre todo eso, me quedo con dos conclusiones que quiero registrar y compartir.
Primero, acerca del proyecto de Substack, ¿Qué tengo yo que decir de Madrid? Como dijeron por ahí, las guías de viaje mataron la escritura de viajes. Ya está la información, el que quiere la busca y la encuentra y tiene mil formas de acceder a ella. Lo que debería mostrar, en ese sentido, es más bien cómo me voy sintiendo con Madrid, en Madrid, por Madrid. Es mostrar cómo camino, respiro, gozo, lloro, sonrío, disfruto por Madrid. Luego lo asocié con otras conversaciones que he tenido sobre literatura de viajes y me hace todo el sentido del mundo. Yo no les quiero mostrar una foto plana de Madrid, ni de donde sea que vaya. Quiero compartirles cómo me siento y mostrarles los detalles y las historias y las sorpresas que van llenando y que constituyen finalmente este viaje.
A la segunda conclusión ya he llegado varias veces, y aún así siempre que vuelve me deja pensando: antes de preocuparte por cualquier otra cosa, lee y escribe, lee y escribe y escribe y escribe y lee y lee y escribe. Y siéntate todos los días dos horas a escribir, a estar con tu proyecto, hazte el hábito. Y espero que esta vez lo ejecute un poco más, porque de eso se trata todo esto, de escribir.
Justo cuando pensaba en todo esto, ya casi llegando a la biblioteca, Jorge Gonzalez me lanzó a través de los audífonos un “oyeeee, es en gran parte a lo que viiine, oyeeee no se me puede olvidaaar (...)” (La casa en el árbol).
Y bueno, pues eso. Salí de la biblioteca con un hambre voraz y me decepcioné con el restaurante que está al frente del parque, o mejor dicho uno de los miles que hay a la redonda. Dicho sea de paso, mi lugar favorito hasta ahora es ese parque. No sé qué tiene (muchas cosas), pero me siento bien ahí. Quizás tenga que ver con el nombre original, “Parque del Buen Retiro”.
Hoy ya he llegado a la semana exacta, de miércoles a miércoles. A ratos parece mucho, a ratos sé que no es nada. Ya fui a un primer lanzamiento de libro, justamente de Cinthya Rimsky y justamente el mismo que lanzaron en el bar El Bajo. Fue en una librería preciosa en pleno centro, Tipos Infames.
Ya me invitaron a una despedida, en un lugar tan caótico y bullicioso que me espantó y me agradó a partes iguales como el mercado de San Fernando, lleno de españolísimos y españolísimas, listo para cruzar información nueva con Vermouth en mano.
Ya tuve un cumpleaños esa misma noche en un café de un argentino, ya tuve que moverme de un lugar a otro de noche, sin problemas, y ya pude sorprenderme con el metro andando hasta las dos de la mañana, lleno como si fueran las seis de la tarde. Ya me tocó, de hecho, apretar el botón de apertura de puertas, nervioso y entusiasmado como cabro chico.
Ya degusté el bao con secreto y el bao con gambas. Ya conocí escritores y escritoras. Ya conocí el Mercadona de la esquina, ya aluciné con la variedad y los precios. Ya postulé a los primeros trabajos. Ya conversamos con mi hermano y seguiremos conversando. Ya perdí mi Kindle y lo recuperé. Ya aprendí de tradiciones españolas con Pablo.
Ya… Ya escribí, y seguiré escribiendo.
Si te animas, deja un comentario.
Si te entusiasma, suscríbete.
Cuando me preguntan qué echo de menos de España siempre digo que el Mercadona. El día que regrese voy a ir a pasear a uno, ni siquiera tiene que ser uno grande. Echo
de menos los precios y la variedad.
Sigue disfrutando Madrid y, si te cuadra, te recomiendo mucho las ciudades de provincia de los alrededores como Segovia, Ávila o Toledo. Incluso Alcalá de Henares.
En cuanto a librerías, en Madrid además de Tipos Infames me gusta mucho Cervantes y cía y, por supuesto, la Cuesta de Moyano. Y, por si no lo sabes, el 23 de este mes es el Día del Libro y el 25 es La Noche de los Libros, con muchísimas actividades. La agenda para esa noche ya está publicada.
Ese parque es mágico!! La primera vez que fui q Madrid sentí que reviví estando acostada en el pasto.
Disfruta mucho Madrid, ansío mucho seguir leyendo de tu experiencia ahí.